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«Pánico.
Abres la boca. La abres tanto que incluso te crujen las mandíbulas. Ordenas a los pulmones que cojan aire, ahora, necesitas aire, lo necesitas ahora. Pero tus vías respiratorias te ignoran. Se colapsan, se estrechan, se aprietan, y de repente te encuentras respirando a través de una pajita de refresco. La boca se cierra y frunces los labios, y lo único que consigues articular es un grito ahogado. Las manos se agitan y tiemblan. En algún lugar se ha roto una presa y el sudor frío te inunda, te empapa tu cuerpo. Quieres gritar. Lo harías si pudieses. Pero para gritar necesitas respirar. Pánico.»

Khaled hosseini describe así un «ataque de pánico» en su libro Cometas en el cielo. ¿Qué os ha parecido? A mí me parece una de las descripciones más realistas que he leído. Y quienes lo hayan sufrido saben de lo que habla. Y la foto, El grito, de Munch, que refleja ese ahogo, esa percepción alterada, esa realidad distorsionada.

Con tanto malestar como provoca estos «ataques», es difícil de creer que son absolutamente controlables, provocando su disminución tanto en intensidad como en frecuencia hasta su total desaparición, en pocas sesiones. Mi último caso se resolvió en solo 2 sesiones. Con las herramientas concretas y la motivación necesaria, es muy fácil.